El Cinturón Rojo de Barcelona

El Cinturón Rojo de Barcelona es un espacio geográfico, sociológico y económico que se corresponde con el Área Metropolitana de Barcelona. Es ésta la región más poblada de Cataluña, con casi tres millones y medio de habitantes. Incluye, además de la propia ciudad de Barcelona, municipios tan poblados como L´Hospitalet de Llobregat (que, con más de doscientos cincuenta mil habitantes, es la segunda ciudad más poblada de Cataluña), Badalona (la tercera) y otras importantes urbes como Terrassa, Sabadell, Santa Coloma de Gramenet, Cornellà y El Prat de Llobregat.

El extrarradio proletario de Barcelona

Durante los años cincuenta y sesenta la población de algunos de esos municipios llegó a multiplicarse por diez. El Cinturón Rojo se convirtió en la zona más industrializada de Cataluña y España, con fábricas emblemáticas como la que SEAT instaló en Martorell. Los inmigrantes andaluces, murcianos, gallegos y de otras partes de España que llegaron en esas décadas hicieron que, aún a día de hoy, sea mucho más habitual en determinados barrios de esas ciudades oír hablar en castellano que en catalán.

Precisamente para referirse a los habitantes de esa parte de Cataluña, llegados de otras partes de España, los nativos acuñaron el término “charnego”. Aunque este término se acuñó con cierto matiz despectivo, debido al buen humor imperante en el carácter catalán y español, el término ha acabado por provocar más risa que resentimiento, y para muestra este blog que encuentro francamente divertido y delirante.

Los charnegos son casi todos castellanoparlantes, aunque los que llevan más años en Cataluña saben hablar en catalán, con mayor o menor acento. Muchos de ellos se sienten más españoles que catalanes, o, a lo sumo, las dos cosas por igual. En cuanto a la opción política, la mayoría de charnegos votan a partidos que no son claramente nacionalistas catalanes, como pueden ser el PSC o Iniciativa per Catalunya, o también a nacionalistas  españoles como el PP o Ciutadans.

También los hay que, con el tiempo y una mayor dosis de voluntad de integración, han acabado por sentirse más próximos a las tesis catalanistas que a las de sus rivales españolistas. Así, es frecuente encontrarse charnegos y sobretodo hijos de charnegos que votan a Convergència i Unió, Esquerra Republicana i las CUP. Muchas familias que llevan unas pocas generaciones en Cataluña han visto cómo sus hijos se convertían en catalanes a la par que mejoraban la educación que habían recibido y las oportunidades de poder integrarse y prosperar en la sociedad catalana.

El término Cinturón Rojo tiene connotaciones no sólo geográficas o demográficas, sino que es una realidad política que a ningún partido se le escapa. En la mayoría de las elecciones que se han celebrado desde 1978, los partidos de izquierda han sido mayoritarios en esta zona de Barcelona. Así, hace poco, Pablo Iglesias y su partido Podemos confiaban en convertir el Cinturón Rojo en un Cinturón Morado.

En cuanto a las características socio-culturales de esta región de Barcelona, el Cinturón Rojo combina poblaciones con rentas per càpita elevadas como Sant Cugat del Vallès o La Floresta con otras mucho más deprimidas, como Barberà del Vallès o Badia del Vallès. Esta situación ya de por sí desfavorable se ha visto perjudicada en las últimas dos décadas por la llegada de barceloneses de pocos ingresos que huían de la capital atraídos por los precios más bajos del extrarradio, así como de inmigrantes de otros países que se establecían en algunos barrios de estas ciudades, creando pequeños ghettos como Ca N’Anglada en Terrassa, tristemente famoso por los disturbios de julio de 1999.

Pero la inmigración recibida durante estas décadas también ha posibilitado la creación de productos culturales novedosos y eclécticos, como el flamenco de Miguel Poveda, Chicuelo y Maite Martín, los libros de Francisco Candel y las novelas de Juan Marsé, a los que se le añadirán en los próximos años obras de autores cuyos apellidos ya no son españoles, sino senegaleses, rusos o marroquíes, como ocurre con Najat el Hachmi, flamante ganadora del premio Ramon Llull con “L’últim patriarca”.